Los nuevos escenarios de la política de seguridad en la Provincia de Buenos Aires
En los meses recientes, los temas de seguridad originados en delitos que afectan a bienes y personas, se han convertido en uno de los principales ejes del debate político en el país. En la Provincia de Buenos Aires este tema se ha convertido en un punto crítico de la campaña electoral de las últimas elecciones internas simultáneas y obligatorias (PASO) de la Provincia y sigue presente en el escenario de los temas agudos que influyeron sobre la decisión de voto de los bonaerenses, en las elecciones de legisladores nacionales del 27 de octubre.
Este debate esta signado por una significativa presencia de elementos que distorsionan la percepción de los habitantes de la provincia sobre la escala real de los problemas. Las voces sensatas que afirman que el problema es importante, sin constituir una situación caótica e inmanejable para el poder político, la convicción de los especialistas, para los cuales los problemas son, pese a la percepción de las víctimas y de los habitantes de la provincia, de menor intensidad que los que se producen en otras regiones y en países de mayor desarrollo; las cifras publicadas por el Juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, que desmienten una participación importante de menores de edad en la comisión de los delitos, son sepultadas por las campañas tendenciosas de los medios de comunicación.
Las medidas son contundentes: la provincia de Buenos Aires incorporando patrulleros e implementando cámaras de seguridad. El gobierno bonaerense está entregando 40 patrulleros por semana para todas las localidades y prepara la integración de 420 patrulleros nuevos, por una gestión del gobernador con la Presidenta. Además se propone incorporar 1.000 cámaras en toda la Provincia en los próximos 30 días. El programa de refuerzo policial contra el robo automotor en el Gran Buenos Aires, incorpora 50 patrulleros tecnológicos de la Policía Federal, un acuerdo que forma parte del Programa Federal de Colaboración y Asistencia para la Seguridad, dispuesto por Cristina Kirchner, mediante el Decreto 1177/2013. Los mismos serán manejados por efectivos de la Policía Federal, ya que se dispuso el envío de 400 uniformados de la fuerza. Se destaca el trabajo conjunto de la nación y la provincia en la incorporación de recursos materiales y nuevas tecnologías para la seguridad ciudadana.
La inseguridad existe y tiene niveles que deben ser atendidos, pero en el imaginario público de la sensación cotidiana es tan terrible, que “no se puede salir a la calle sin riesgo de perder la vida”. Esta percepción, artificialmente creada por los medios hegemónicos, y fogoneada por políticos de la oposición, tiñe el debate y hace estériles los argumentos de especialistas y anula la posibilidad de una interpretación adecuada de las estadísticas y que pueda sostenerse una discusión fundada sobre cómo actuar frente al problema y encontrar buenas soluciones, en el marco de una política de seguridad democrática y defensa de los derechos humanos.
Al influjo de esta situación, y del clima creado, proliferan propuestas de medidas de endurecimiento de las políticas de seguridad ciudadana, de “mano dura frente a los delincuentes” y proliferan candidatos inescrupulosos que avizoran que este tema, que permite ganar respaldo electoral y promover candidatos que, en un contexto de mayor transparencia y debate, no tendrían oportunidad de ganar el apoyo de la clase media, de los trabajadores y de los sectores populares de la provincia.
El escenario está instalado, y al ritmo de la campaña electoral y del recalentamiento de algunas situaciones locales, muchos actores se dejan involucrar en esta lógica. Algunos buscando réditos políticos, otros con la expectativa de apoyar para evitar males mayores. Se está instalando una nueva lógica de “combate” al delito en la provincia, con la producción de una sucesión de medidas poco discutidas, en algunos casos de poca coherencia entre sí, pero con un escenario orientado al endurecimiento de la respuesta del estado, de “mano dura”, que en la Provincia de Buenos Aires tiene ya antecedentes poco auspiciosos. En tal sentido, creemos importante plantear un alerta, recomendar desligar este debate de la coyuntura electoral, y reflexionar con más cuidado sobre la eficacia punitiva y la potencialidad para controlar el desarrollo de organizaciones delictivas de este modelo en ciernes, para evitar escenarios futuros impredecibles. En particular porque no existe en este debate, ninguna consideración que tome como elemento central la defensa de los derechos humanos de los habitantes de la provincia.
Pasaremos revista a los principales hechos vinculados con estas temáticas, que en escasos meses, o aún días, confluyen para generar este nuevo cuadro de situación. En algunos casos son decisiones, en otros son proyectos en debate, pero es interesante establecer una mirada de conjunto sobre los mismos, en función de lo que podrían acontecer en el futuro próximo.
Refuerzo de la presencia de Gendarmería en la Provincia de Buenos Aires.
El 21 de agosto el Ministro de Seguridad y Justicia bonaerense, Ricardo Casal, informó que planean incorporar más de 3 a 4 mil gendarmes para prevenir delitos en el Conurbano bonaerense. Estos efectivos ocuparán "espacios sensibles" del GBA, en puestos de control y prevención, para que se puedan movilizar las fuerzas policiales provinciales en forma más dinámica. A fines de agosto de 2013 se conoció que 500 gendarmes que trabajaban en la Provincia de Salta, eran trasladados al conurbano bonaerense, entre ellos 80 efectivos de esta Capital y de San Antonio de los Cobres. También serán enviados gendarmes de Jujuy y Entre Ríos.
Como la decisión del Ministerio de Seguridad resta personal a la custodia de las fronteras con Chile, Bolivia y Paraguay, el Secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, aclaró que el envío de estos gendarmes es "una reubicación táctica". El refuerzo de la vigilancia en el territorio bonaerense será rotativo y por pedido del Ministerio de Justicia y Seguridad de la Provincia. Berni explicó que se decidió el envío de 4.500 integrantes de las Fuerzas Armadas a las fronteras del noreste y norte del país (Jujuy, Formosa, Salta, Misiones y Corrientes)
Nada se informa sobre la preparación policial de estos gendarmes provenientes de tareas de custodia de fronteras, ni sobre el tipo de actividad que realizarán los miembros de las Fuerzas Armadas enviados a la frontera norte, que deberán cubrir funciones para las que no están preparados. Tampoco se aclaró en qué medida estas actividades cumplen o no con la legislación que impide a las Fuerzas Armadas realizar tareas policiales. Esta discusión no fue dada, y felizmente no ha surgido ningún hecho concreto que pudiera haber provocado un debate nacional sobre el tema, en un contexto más crítico.
Desdoblamiento del Ministerio de Seguridad de la Provincia
El 12 de septiembre la Cámara de Diputados bonaerense aprobó el desdoblamiento del Ministerio de Justicia y Seguridad de la Provincia. El proyecto del Ejecutivo tenía como objetivo posibilitar al gobernador Daniel Scioli, el nombramiento de Alejandro Granados, hasta el momento Intendente de Ezeiza, como Ministro de Seguridad. El proyecto fue aprobado por unanimidad en Diputados; en el Senado la aprobación no contó con la presencia de los senadores del Frente Renovador que lidera Sergio Massa. Informes de prensa indican que el Frente Renovador se retiró de la sesión luego de no conseguir los votos necesarios para tratar sobre tablas el proyecto de creación de Policía Municipal.
Alejandro Granados habló unos días atrás sobre sus planes de gestión en el nuevo cargo. “No hablamos ni de mano dura ni de mano blanda. Tenemos que tener a la policía activa. Si lo hemos podido lograr en Ezeiza, por qué no podríamos en provincia. No digo que vamos a lograr bajar el delito en dos días. Pero quiero que el vecino vea pasar el móvil policial todos los días. Es una oportunidad histórica para que la policía vuelva a tener el prestigio que supo gozar alguna vez, aseguró el funcionario. Los policías buenos van a estar, los malos se van a tener que ir”.
La designación de Alejandro Granados recibió apoyos y despertó numerosas críticas entre partidos de izquierda y militantes por los derechos humanos. Granados tiene una histórica relación con la seguridad, luego de haberse cruzado a tiros, en 1999, con delincuentes que ingresaron a su casa. La recordada frase “ojalá les hubiera pegado, lamentablemente tuve mala puntería”, es la carta de presentación de un dirigente que llamó a armarse para enfrentar “la guerra” e hizo de la política de seguridad un programa de gestión gubernamental en su distrito, el primero en implementar el sistema de cuadrículas, las cámaras de seguridad y patrullaje por zonas durante las 24 horas. Iniciativa luego imitada en varios distritos.
Aunque todavía no hay hechos que puedan demostrarlo, parece un funcionario partidario de la “mano dura” y hay denuncias sobre prácticas violentas en la represión, en el municipio que administraba. La maldita policía bonaerense, la política de tolerancia cero de Ruckauff y, los casos de Kosteki y Santillán, y cruzando el Riachuelo, algunas prácticas de la Policía Metropolitana, y de su antecesora informal, la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, alertan sobre los riesgos de regresar a enfoques de seguridad basadas en el “accionar duro” de las fuerzas policiales.
Debate sobre la baja de la edad de imputabilidad de menores
El intendente de Lomas de Zamora y primer candidato a diputado del Frente para la Victoria se pronunció sobre un tema recurrente en la agenda política argentina, un tema delicado porque provoca posiciones enfrentadas: la edad a partir de la cual los menores de edad son punibles penalmente. Es un tema de importante repercusión pública pero escasamente debatido a fondo. Abrir esta discusión en épocas electorales supone enormes riegos, pero hace tiempo que vienen ganando protagonismo actores que plantean que el castigo y la reclusión, es la llave maestra para resolver los problemas de seguridad. Son los mismos actores políticos y civiles que tuvieron altas responsabilidades en la desintegración del tejido social argentino durante los años noventa. Actores que han tenido éxito en asociar el concepto de seguridad con la seguridad policial, desarticulándolo con su concepto básico: la seguridad social.
Martín Insaurralde, anunció que el oficialismo propondría bajar la edad de imputabilidad de los menores para frenar la inseguridad, a través de un proyecto a presentar en la Cámara baja. Sí, seguramente, es uno de los temas que estamos tratando con un equipo de candidatos y abogados. Estamos armando esa agenda legislativa, relacionada con los menores y con el desarme en la Argentina, indicó. Pocos días después volvió a hablar de su intención, esta vez en el programa de Mirtha Legrand: lo que estamos diciendo es que esos chicos no tienen que estar en la calle. Quedan desprotegidos los ciudadanos y los menores, suavizó. Insaurralde también afirmó que hay que cambiar el sistema penitenciario para que los jóvenes no vayan a la universidad del delito y sean reinsertados en la sociedad.
Las diferencias que generó el proyecto de Insaurralde, fueron importantes. Aníbal Fernández, Carlos Kunkel y Diana Conti se opusieron al proyecto y pidieron un debate más amplio sobre la delincuencia juvenil. Juliana Di Tullio debió salir a la palestra para aclarar las declaraciones de su compañero de fórmula, asegurando que el FPV de la Cámara baja no está discutiendo la baja de la edad de imputabilidad de los menores que delinquen, lo que está discutiendo es el régimen penal juvenil, una media sanción del Senado, votada por unanimidad, y que en Diputados fue modificado, pero no fue tratado. Es un tema muy complejo y con muchos años de debate, pero este tema tiene que ser discutido. Los jóvenes que tienen conflictos con la ley, están hoy en el peor de los mundos, ya que están siendo juzgados o tratados como adultos cuando no lo son.
La legislación penal juvenil data de la época de la dictadura y establece que los menores de 16 años no son punibles, no pueden ser culpabilizados ni penados por los delitos cometidos, aunque pueden ser recluidos, sin que esté establecido el límite de tiempo, si el juez a cargo lo dispone. Esta legislación se corresponde con algunos lineamientos de la Ley de Patronato de Menores de 1919, que implementó un sistema tutelar sobre la infancia y la adolescencia que habilitaba a la justicia a disponer discrecionalmente de los menores en peligro moral o material. En el año 2005 se sancionó la Ley de Protección Integral de los Niños, Niñas y Adolescentes, conforme los lineamientos de la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Esta ley deja atrás la idea de tutelaje y establece los puntos fundamentales para la adecuación en materia penal juvenil, pero no regula la acción del Estado ante infracciones de la ley penal por parte de menores de edad.
En ese contexto, la ley penal que efectivamente se aplica a los menores se corresponde con el viejo sistema de tutelaje y no se ajusta a los principios de la Declaración de Derechos del Niño. La norma permite la privación de derechos y garantías a los menores en conflicto con la ley penal a la vez y hace hincapié en el perfil del actor, menores en peligro moral y material acusados de cometer un delito penal, y no en el acto ni el tratamiento. En el año 2009, se discutió un proyecto en el Congreso de la Nación, denominado "Sistema legal aplicable a los adolescentes en conflicto con la ley penal". Pero dicho proyecto perdió estado parlamentario, entre otras cosas, porque la discusión se trabó en la edad de aplicación de la norma, si debía sostenerse el límite punible de los 16 años o debía bajarse a 14. Así las cosas, nos encontramos con una situación típicamente conflictiva. Y vuelve en su peor versión, bajo la forma de la baja de la edad de imputabilidad de los menores hasta los 14 años, sin que se haya logrado aportar una sola evidencia de que la participación de este segmento etario en hechos delictivos, tenga el volumen importante que los medios concentrados denuncian en forma permanente.
Por eso es necesario el debate y, junto con él, tener en cuenta las aristas complejas de la situación, ligar la crisis de la legislación penal juvenil con la crisis del Código Penal vigente y abordar los problemas de las instituciones penitenciarias federales y provinciales. La discusión debería focalizarse en qué actos serán sancionados y cómo serán penados los actores, y no sobre las características del actor. En caso contrario se criminaliza al actor, poniendo en crisis la situación de actores sociales, como los jóvenes, los pobres, las minorías, etc., indebidamente estigmatizados, dado que no existe prueba empírica alguna sobre su responsabilidad en hechos delictivos diferente a los promedios generales. Es decir se requiere un debate democrático, en un contexto de país menos tensionado por la coyuntura electoral, y no buscar medidas efectistas para producir alivio en sectores sociales que demandan más seguridad.
Juicio por Jurado para delitos graves en la Provincia de Buenos Aires
El 27 de septiembre, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, promulgó la ley que inaugura los juicios por jurados en la provincia, una novedad que se anunció como un "cambio histórico" y un paso para empezar a cumplir con la demanda ciudadana de una Justicia más ágil. Este modelo es el primero con participación ciudadana plena, destacó enseguida, para diferenciarse de los modelos de juicios por jurados que ya existen en Neuquén y Córdoba. El juicio por jurados es una institución creada por el Artículo 24 de la Constitución Nacional, pero nunca llegó a implementarse. En los últimos años, ha sido puesto en vigencia por algunas provincias.
La nueva ley bonaerense establece que el tribunal de jurados actuará en los delitos cuya pena máxima en abstracto exceda de 15 años de prisión o reclusión o, tratándose de un concurso de delitos, que alguno de ellos supere dicha pena. El jurado estará compuesto por 12 ciudadanos titulares y 6 suplentes, elegidos por sorteo del padrón electoral, y recibirán instrucciones de un juez, quien les indicará el encuadre jurídico. Además, determina que luego del debate decidirá el jurado en torno a la inocencia o no del ciudadano sometido a proceso. Fija que el veredicto de culpabilidad requerirá un mínimo de diez votos afirmativos, y si el delito tuviera prevista pena de prisión o reclusión perpetua, unanimidad de afirmativos.
Para ser miembro de un jurado se deberá ser argentino nativo o naturalizado, con no menos de cinco años de ciudadanía, tener entre 21 y 75 años, entender plenamente el idioma nacional y gozar de aptitud física y psíquica suficientes para el desempeño del cargo. La Junta Electoral bonaerense confeccionará anualmente, por sorteo en audiencia pública, los listados principales de ciudadanos que cumplen con esos requisitos, discriminados por Departamento Judicial y por sexo, a razón de un jurado por cada mil electores empadronados en el registro general actualizado.
Éste es un nuevo desafío para el Poder Judicial, opinó la procuradora Falbo, que destacó los principios de oralidad, publicidad y transparencia de las decisiones y resaltó la mayor participación ciudadana en el servicio de justicia. No obstante, expresó reparos. Un punto central es el de la convergencia del sistema de apreciación de la prueba por íntima convicción propio de los jurados populares y la ausencia de fundamentación o motivación del veredicto más allá de las instrucciones del juez impartidas a los jurados. Eso podría generar un sistema que se preste a la arbitrariedad, donde el único remedio es exigir la unanimidad o mayoría calificada. Los veredictos absolutorios no podrán ser apelados. No se puede perder de vista las dificultades económicas, logísticas y culturales que impone la puesta en marcha del nuevo sistema.
La emergencia del debate del tema refiere a la crisis de credibilidad y transparencia de la justicia, y a la idea de que los ciudadanos tienen derecho a tomar decisiones sobre temas que afectan su contexto de existencia social, es decir, que pueden sancionar los delitos que son cometidos sobre bienes y personas en su contexto social. Los argumentos de rechazo se refieren a sus costos y al carácter no apelable de sus decisiones, y a la posibilidad de que coyunturas emocionales en delitos agraviantes, puedan conducir a “linchamientos” populares.
Ley de creación de la policía municipal en la Provincia de Buenos Aires
Le llaman Policía Municipal, Comunal o de proximidad. En la Legislatura de la provincia comenzó el debate sobre una política de Estado que pretende dotar a los ciudadanos de mayores garantías en materia de seguridad. El objetivo de la nueva fuerza es fortalecer la prevención del delito, potenciar la descentralización operativa de la policía y dotar a los municipios de una nueva herramienta para ejecutar políticas activas.
El proyecto de creación de la Policía Municipal, fue elevado por el gobernador Daniel Scioli, el 3 de febrero de 2012, con un consenso pronunciado de varios intendentes. Es una fuerza de aproximación, de prevención, de jurisdicción local. La provincia incorporará 5 mil nuevos policías a partir de noviembre, que con la creación de esta policía volverán a radicarse en su lugar de origen, lo que mejoraría la relación ciudadano-policía. Son varios los aspectos por resolver en cuanto a su constitución y puesta en funcionamiento: la cantidad de habitantes que deben tener los distritos que decidan contar con una fuerza de seguridad propia, quiénes la conducirán y de dónde saldrán los recursos para los gastos operativos.
En la Cámara de Diputados de la Provincia existen tres propuestas con estado parlamentario. La primera girada por el Poder Ejecutivo, con aportes del titular de la Comisión de Seguridad e integrante del FPV-PJ, Iván Budassi; la segunda de Marcelo Saín, de Nuevo Encuentro, ex jefe de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, y la tercera de Guillermo Britos, de Unión Celeste y Blanco, que fue Comisario General de la Bonaerense. Las diferencias y semejanzas sobre el debate legislativo son:
Guillermo Britos: el proyecto establece el mismo régimen para los 135 distritos bonaerenses y permite que cualquier intendente, con el apoyo del Concejo Deliberante, pueda formar una Policía Comunitaria de prevención, de proximidad con los vecinos. Serán fuerzas integradas por efectivos que vivan en ese lugar, que trabajen siempre los mismos en cada barrio, para que la Policía Municipal sea también una Policía de Barrio. El jefe de Policía Municipal trabajará en conjunto con la Policía Distrital, uniforme en toda la provincia. En la policía comunal, el plan policial estará en manos del Intendente y el Jefe de Policía comunal dependerá de él, aunque tendrá dependencia administrativa del Ministerio de Seguridad. El Jefe Distrital tiene dependencia exclusiva de la Jefatura Departamental y del Ministerio de Seguridad. El Intendente crea la Policía Comunitaria para sumar seguridad, pero la responsabilidad es exclusiva de la provincia. La Ley no delega responsabilidad a los intendentes.
Iván Budassi: El primer objetivo es terminar progresivamente con el esquema centralizado de 60 mil policías y 135 municipios y una gran extensión territorial. Para descentralizar se dará a los municipios una Policía profesional, con capacidad de portar armas y de diseñar las políticas de seguridad de su distrito. El proyecto destina miembros de la Policía bonaerense a los grandes centros urbanos, con políticas de seguridad diseñadas por los Intendentes. Existe un escalafón único y una forma única de capacitar a estos policías, pero introduce un comando local. Los efectivos tendrán doble vinculación: control político del intendente y dependencia jerárquica de la Policía de la Provincia. El Ejecutivo provincial interviene en la designación del funcionario a cargo de la Policía Comunal, el que será responsable de generar las políticas de seguridad en su distrito, con dependencia orgánica de la Policía de la provincia, pero la funcionalidad y la política de acción dependen del intendente.
Marcelo Saín: Busca una fuerte descentralización, propone transferir la Policía a todos los distritos con más de 100 mil habitantes. Los delitos complejos como el narcotráfico o los secuestros quedarán en manos de la Policía Provincial. Las fuerzas a crear serán Policías públicas, armadas, únicas, especializadas y profesionales para la seguridad preventiva local, con responsabilidad en la seguridad preventiva local, que comprende la prevención y la conjuración de la comisión de delitos y/o faltas graves. Las Policías Municipales no podrán realizar tareas de mantenimiento de orden público, operaciones especiales e investigación criminal, funciones que serán ejercidas por la Policía bonaerense. Sus agentes no podrán desarrollar tareas administrativas, notificaciones o diligencias, custodias de edificio públicos o funcionarios, ni custodia de personas detenidas. Los intendentes tendrán a su cargo la dirección orgánica de la Policía Municipal, mediante el diseño, selección, formación y capacitación del personal, la evaluación y calificación de su desempeño, sus ascensos, condiciones laborales y gestión disciplinaria. El proyecto establece el traspaso de todas las unidades organizativas con sus respectivos cargos, el nivel de funciones ejecutivas, dotaciones de personal, patrimonio, bienes y otro tipo de recursos.
El debate sobre este intento de descentralización, que permitiría desarticular una organización profesional fuertemente cuestionada, por sus códigos, conductas y prácticas, estaría trabado por la coyuntura electoral, y por la pugna entre los legisladores que responden al Frente Renovador, que controla la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados, que retacea el tratamiento del proyecto. La complejidad del tema es manifiesto, y una vez más obliga a convocar a que sea debatido en contextos de mayor normalidad político-institucional. La descentralización es un objetivo atractivo, pero queda por discutir en profundidad las formas de articulación entre los niveles de gestión, administración y control, y los mecanismos que impidan la connivencia mafiosa entre poder político, policía y crimen organizado, que ha sido y es una constante en la problemática provincial.
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